La Devesa da Rogueira atrapa tanto dióxido de carbono como el que genera Santiago en un año

Francisco Albo
francisco albo QUIROGA / AGENCIA

LEMOS

El investigador Xosé Lois Otero durante la recogida de muestras y datos en la Devesa da Rogueira para realizar el estudio
El investigador Xosé Lois Otero durante la recogida de muestras y datos en la Devesa da Rogueira para realizar el estudio AUGUSTO PÉREZ ALBERTI

Un estudio resalta el papel del célebre bosque de O Courel como sumidero de CO2

08 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El suelo de la Devesa da Rogueira —el célebre bosque autóctono de la sierra de O Courelencierra 419.481 toneladas de dióxido de carbono, una cantidad superior a la que produce durante un año una ciudad de 76.000 habitantes. Esta es una de las principales conclusiones de una investigación cuyo objetivo es determinar el volumen de este gas de efecto invernadero atrapado bajo el bosque. «É unha cantidade moi grande, porque hai que ter en conta que o espazo que estudamos ten só unhas 450 hectáreas e pode reter tanto CO2 como o que xera nun ano unha cidade como Santiago», señala el biólogo Xosé Lois Otero Pérez, director de la Estación Científica do Courel —dependiente de la Universidade de Santiago— y uno de los autores del trabajo.

En la investigación, que se desarrolló durante un año, trabajaron también Augusto Pérez Alberti —geógrafo y catedrático jubilado—, Juan Antelo Martínez y María José Santiso Taboada. El trabajo fue realizado con el apoyo de la Diputación lucense y el grupo de desarrollo local Ribeira Sacra-Courel. Para realizar el estudio, los investigadores dividieron la Devesa da Rogueira en 17 cuadrículas de 500 x 500 metros y en cada una de ellas tomaron al menos dos muestras de suelos a diferentes profundidades, unas de hasta 30 centímetros y otras de entre 30 y 60.

Análisis de muestras

Los análisis realizados sobre estas muestras, señala Otero, indicaron que los suelos del bosque contienen unas 148 toneladas de carbono orgánico por cada hectárea en la capa más superficial y unas 106 en la más profunda. Esto supone que en toda el área estudiada están almacenadas unas 114.300 toneladas de carbono orgánico, a las que corresponden 419.481 toneladas de CO2. Para calcular el dióxido de carbono contenido en el carbono orgánico, apunta el investigador, hay que multiplicar la cantidad de este último material por 3,6.

Otero puntualiza por otro lado que la investigación se centró exclusivamente sobre los suelos y que no se ha estudiado el CO2 contenido en la masa vegetal, para lo que había que utilizar otras técnicas. De todos modos, añade, «a nivel xeral considérase que os solos dos bosques poden atrapar tres veces máis dióxido de carbono que as árbores». El CO2 que extraen las plantas de la atmósfera pasa al suelo cuando los vegetales mueren y se descomponen. «A miúdo pénsase que todo o dióxido de carbono que se extrae da atmosfera está retido nos bosques, pero iso é falso, porque o maior sumidoiro de CO2 está nos solos», agrega. Para que los suelos puedan retener el gas es necesario que en su composición química tenga una importante presencia el aluminio, como sucede en el bosque de O Courel.

Una masa arbórea que existe desde hace unos 1.700 años

La investigación sobre el volumen de CO2 atrapado en la Devesa da Rogueira ha comprendido dataciones para determinar la antigüedad de la materia orgánica acumulada en el suelo. Con este fin se tomaron muestras a dos profundidades diferentes: 30 y 70 centímetros. En la capa más superficial, explica Otero, la datación —realizada con la técnica del carbono 14— «deu unha antigüidade da orde dos setecentos anos, cunha marxe de erro de trinta anos para arriba ou para abaixo, o que significa que esa materia orgánica se formou en torno ao ano 1300». En la capa de terreno más profunda y más antigua, la datación indicó que la materia orgánica se formó hacia el año 300 de la era actual, lo que indica que los restos vegetales se han estado acumulando en esta zona desde hace unos 1.700 años y que el bosque existe al menos desde esa época.

Los investigadores entregarán los resultados de su estudio a la consultora de ingeniería forestal Asefor, que en el 2020 consiguió para la Devesa da Rogueira un certificado FSC, concedido por la oenegé internacional Forest Stewardship Council (Consejo de Administración Forestal). Esta certificación fue otorgada a la comunidad de montes de Rogueira y Cabana —a la que pertenece el bosque— y reconoce el servicio que presta a la sociedad al conservar un ecosistema de especial valor y permitir que sea visitado gratuitamente. La Devesa da Rogueira fue el segundo bosque de Europa distinguido con este certificado, después de otro que está situado en la región italiana de Lombardía. «O feito de que sexa tamén un importante sumidoiro de dióxido de carbono, como proba a nosa investigación, dálle aínda máis valor a este bosque e iso debería constar tamén no certificado FSC», comenta a este respecto Otero.

Un resultado acorde con el conjunto de los espacios forestales de Galicia

El volumen de CO2 encerrado en la Devesa da Rogueira, apunta Xosé Lois Otero, es muy elevado, pero concuerda con lo que —por otras investigaciones anteriores— se sabe que sucede en la generalidad de los suelos forestales gallegos. «Neste sentido, a posición que ocupa este bosque está incluso un pouco por debaixo do conxunto dos solos forestais galegos, pero está sen dúbida entre os primeiros postos dos solos con maior contido de dióxido de carbono do mundo», comenta el biólogo.

La posición de los bosques gallegos en este aspecto, según el investigador, contrasta incluso con los de la vecina región de Asturias. «Aínda que o clima é moi parecido, os solos dos bosques asturianos reteñen só unha terceira parte do dióxido de carbono que os dos bosques galegos —explica— e en comparación, os solos da área mediterránea só atrapan unhas cantidades minúsculas de CO2».

El hecho de que los suelos forestales gallegos sean tan efectivos como sumideros de dióxido de carbono, dice por otro lado Otero, se debe a la presencia de elementos como los aluminios y las arcillas, que favorecen su estabilidad e incrementan su capacidad para retener el gas. «Tamén é importante o clima, porque as chuvias abundantes e unhas temperaturas adecuadas axudan a que os solos poidan reter o CO2 e impedir que escape á atmosfera», concluye.